Flora

Flora

Pompeya contaba un buen número de villas de patricios romanos, que por ello mismo conservaba importantes restos de pintura mural y que dadas su situación también se vio afectada por la erupción del Vesubio del año 79, lo que ha posibilitado la conservación a lo largo de los siglos de algunas obras que se han ido descubriendo recientemente. Una de las más delicadas de la pintura romana y que decoraba el cubiculum de la Villa Arianna en la vieja Estabia, para algunos un fresco dedicado a la "Primavera", y para otros un homenaje a la diosa "Flora".

EL PORQUÉ DE SU BELLEZA
La iconografía no está clara por tanto. Porque esta muchacha que vemos pintada de espalda y descalza, que va recogiendo flores que deposita grácilmente en un kalathos, y cuyo jiton apenas le cubre parte de la espalda, no se sabe con certeza si representa una figura humana o divina y por tanto si se trata de un episodio bucólico sin otra pretensión que reproducir una escena cotidiana, o se trata de una representación de Flora, diosa de las flores, el jardín y de la Primavera, lo que daría sentido a los dos títulos que se le asignaron desde que fue descubierta.

Desde el punto de vista artístico la obra se fecha en el siglo I, y para ser más exactos en la primera mitad del siglo, por lo que cabría incluirla en el Tercer estilo de la pintura romana. Comparte además todas sus características en cuanto a la liberalidad en el tratamiento temático, la frescura y espontaneidad de las escenas representadas y un papel marginal en la representación de arquitecturas, que aquí al menos ni se plantea. Como tantas otras obras de la pintura romana se inspira al parecer en otras obras de época helenística similares, que se habían dedicado a Diana o Leda, lo que coincide al menos con el tratamiento de los fondos de tonos azulados o verdosos, que eran respectivamente lo habitual en ambos casos.

Pero más allá de su verdadera iconografía la obra nos resulta encantadora en base a tres elementos principales: el trabajo cromático; el trazo y su ritmo curvilíneo, y la originalidad y sencillez de la composición. El primero de los que hemos citado nos parece esencial. Ya no sólo por la tonalidad que se ha logrado de una luminosidad y belleza indudables, sino porque el color se emplea como un elemento que neutraliza el fondo de la escena, consiguiendo de este modo un innovador recurso perspectivo y sobre todo acercando la imagen de la ninfa hacia el espectador que destaca así con toda su fuerza visual.

El trazo en efecto es sutil y delicado, lo que afianza el tono amable de la escena, insistiendo además en el ritmo y el protagonismo de la línea curva, lo que induce precisamente al encanto poético que destila la obra.

Finalmente la posición de la muchacha en una actitud despreocupada y danzarina y vista desde atrás, lo que permite el detalle sensual de la espalda desnuda y los pies descalzos, es una composición atrevida y diferente, y de una enorme sencillez además, sólo remarcada por las líneas horizontales del tallo en flor y de la propia figura, que sobresalen así de la escena con todo su candor. 

Fuente : http://artecreha.com/fresco-de-flora/

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